domingo, 22 de enero de 2017

Soñé VII | FINAL


No puedo, no puedo evitarlo, no puedo evitar llorar.

Los gritos se me clavan a cuchilladas, como si fuera yo quien estuviese gritando de dolor, como si yo misma estuviese muriendo en un planeta que se está deshaciendo, poquito a poquito, grano a grano, polvo por polvo.

Alguien llama a la puerta, son las tres y media de la mañana, así que me seco las lágrimas rápidamente y voy, será algo importante, lo noto.

Ahí está aquel chico, del que me despedí a principios de año, cuando las esperanzas aun eran posibles. Está llorando, casi tanto como yo hace unos segundos.

Le doy un abrazo, de esos que te cortan la respiración, y a la vez sientes que puedes respirar por primera vez.

Entramos, y simplemente hablamos, no mencionamos el sueño; simplemente queremos no tener que dormir.

Ya son las seis, y el sueño quiere hacer mella en mí, no lo puedo evitar, lo siento, él ha ido un momento a por un café, igual él también duerme un poco, o igual no, y me despierta, igual lo que soñé ya ha ido a atormentar a otros...

No puedo, no quiero, no le puedo dejar solo.

Ha vuelto, ¿porqué siempre me mira así? Como si tan solo con pestañear ya viera como el mundo muere a mi alrededor.

Me echo a llorar, me he desmoronado, y me ha abrazado. Nos hemos dormido.

Lo que soñé era así:

Estábamos nosotros, el uno junto al otro. Él era como una sombra desdibujada, no realmente cierta, improbable. En medio del universo completamente negro, con puntos de luz a años imposibles de calcular de nosotros.

Vi un punto de luz, lejos de mí, nosotros. Se hizo grande, muy grande, nos llegó, y sentí una punzada en medio de mí.

Y eso es lo que soñé, espero que esto le sirva a alguien, por muy lejos que pueda estar de la realidad. Pero esa punzada... no pareció para nada un sueño.

SOÑÉ QUE PODÍA TENER TODO EL MUNDO
EN UNAS MANOS VACÍAS.




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